No me lo pidas, mi Señor, mi vergüenza no lo permite,
déjame tan sólo en un rincón de Tu pensamiento
al lado de la paciencia que tanto te exprimo,
y en ese suelo frío que pisan Tus pies
para que temple mi cuerpo de esclava arrepentida.
No puedo mirarte, mi Señor, con mi indecorosa mirada,
permíteme permanecer postrada en espera
con la cabeza entre mis manos y mis ojos entornados,
ofrecida sin que nada me sea otorgado
para purgar esta pena que recorre mi ánimo.
No me reclames, mi Señor, la cobardía me atrapa,
siendo incapaz de esperar Tu clemencia
y pedir de nuevo Tu mano que es mi guía,
debatiéndome entre el temor de mis entrañas
y el amor de mi ser ofrecido.
Exígemelo, mi Señor, si así es Tu deseo
y venceré de nuevo mi deshonra,
alzaré mi mirada avergonzada
ofreciéndotela esperanzada,
suplicante de continuar sirviéndote
cumpliendo con lo que me es pedido
desde el día en que dije mi primer…a Tus pies.